No me gustan los juegos de batallas por turnos, pero existe una poderosa razón por la que puedo jugar los Dragon Quest de principio a fin

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Voy a ser honesto: nunca he sido un fan de los juegos de batallas por turnos. Admito que existen grandes títulos en el género, muchos de los cuales son considerados joyas dentro de la industria, pero simplemente no es para mí. La dinámica de esperar para atacar, calcular cada movimiento y anticipar las estrategias del oponente me resulta en la mayoría de los casos tediosa.

No puedo negar la complejidad y la precisión que requiere, pero, en mi experiencia, se convierte en un obstáculo que limita mi inmersión en el juego. Sin embargo, como toda regla tiene una excepción, yo tambien tengo una en ese sentido: Dragon Quest.

Contrario a la lógica que impera en mis gustos, puedo jugar los títulos de esta saga de principio a fin, dedicarles horas sin sentir fatiga y disfrutarlos hasta la última misión. ¿Por qué? Porque Dragon Quest tiene algo que va mucho más allá de sus batallas por turnos: logra capturar mi atención con una narrativa que me engancha profundamente, personajes entrañables, un universo que invita a la exploración, y una estética que destila nostalgia y carisma.

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Dragon Quest, más allá de las batallas por turnos

Dragon Quest fue lanzado por Enix en 1986, antes de que la empresa se convirtiera en la actual Square Enix, y desde entonces ha mantenido un núcleo de elementos que lo hacen especial. La fórmula en sí es sencilla y efectiva: eres un héroe, atraviesas un mundo plagado de criaturas y villanos, y tu misión es salvarlo. No obstante, el verdadero atractivo de esta saga reside en cómo sus creadores, Yuji Horii, Akira Toriyama y Koichi Sugiyama, han logrado darle vida a cada entrega de manera que el mundo de Dragon Quest se sienta cercano y cálido, casi familiar.

Uno de los puntos clave es, sin duda, la narrativa de Yuji Horii. Su estilo de contar historias tiene una calidad emocional que es difícil de encontrar en otros títulos de batallas por turnos. Los personajes que Horii crea tienen profundidad, muestran sentimientos y miedos que los hacen muy reales. Cada conversación y cada interacción está impregnada de una calidez única, y esa cercanía es lo que me hace seguir avanzando, a pesar de la mecánica de combate.

Me he sorprendido varias veces riendo o sintiéndome conmovido por un personaje secundario, y eso, en un juego, es algo muy valioso. En lugar de ser meros acompañantes, los personajes en Dragon Quest se sienten como amigos, como parte de una historia compartida.

Dragon Quest

El genio de Akira Toriyama es clave

El diseño visual de Dragon Quest es otra razón de peso en mi gusto por la saga. Los personajes llevan la firma inconfundible de Akira Toriyama, creador de Dragon Ball. La estética de Toriyama es un sello distintivo que dota de personalidad a cada héroe y enemigo; no importa si es un simple slime o un guerrero épico, cada figura tiene un estilo que lo hace memorable.

Los diseños de Toriyama le dan una vitalidad visual a la saga que resulta difícil de ignorar, especialmente para quienes crecimos con sus ilustraciones. En cada entrega, sus personajes mantienen ese equilibrio entre lo familiar y lo nuevo, y esto ayuda a reforzar la conexión emocional que tengo con la saga.

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La música es, finalmente, un componente que termina de redondear la experiencia. Koichi Sugiyama, el compositor detrás de Dragon Quest, logró algo impresionante: crear una banda sonora memorable con recursos limitados. Su habilidad para componer piezas emotivas y épicas, que además se adaptan al contexto de cada misión, es admirable.

Las melodías son tan envolventes que logran que uno se sienta inmerso en el mundo de Dragon Quest, olvidando el paso del tiempo. Las horas se desvanecen mientras su música acompaña cada combate y cada descubrimiento en el juego. No hay nada mejor para pasar horas farmeando y mejorando a tu personaje, que una buena melodía de fondo.

En última instancia, Dragon Quest representa para mí algo más que una experiencia de combate por turnos. La mezcla de historia, personajes cautivadores, diseño visual y una banda sonora atrapante se combinan de una forma que hace que las mecánicas de juego pasen a un segundo plano. A lo largo de las horas invertidas, termino absorto en el universo que construyen sus creadores, olvidando por completo que estoy inmerso en un género que, en cualquier otro caso, me haría abandonar el juego en la primera oportunidad.

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Es raro admitirlo, pero Dragon Quest me enseñó que, a veces, las mecánicas de juego son solo una pequeña parte de lo que puede ofrecer un título. El valor de una buena historia y personajes bien construidos puede superar cualquier barrera de género. Y, para mí, eso es lo que convierte a Dragon Quest en una verdadera joya dentro de la industria.

Por que al final de cuentas, la misión principal de un videojuego es entretener, sí, pero también se han convertido en expresiones artisticas capaces de compartir emociones y sentimientos que van más allá de lo técnico y mecánico. Y eso, es lo que los hace tan maravillosos.

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