Si por algo es conocida la industria del manga, es por las severas condiciones que impone a sus trabajadores. No importa que seas un rockstar como Tite Kubo o Eiichiro Oda, la presión y el agotador ritmo de trabajo no dejan de ser inquebrantables, las fechas de entrega son implacables, y las jornadas laborales pueden extenderse durante días sin descanso. Este malestar, por supuesto, también afectó a Akira Toriyama: una reciente entrevista revela cómo el creador de Dragon Ball fue forzado a ir más allá de sus límites a pesar de la enfermedad.
Los editores de Toriyama revelan en KosoKoso las difíciles condiciones en las que trabajaba el mangaka
Akira Toriyama llegó al mundo del manga en 1978, cuando publicó su primer trabajo, Wonder Island, en la Weekly Shonen Jump. Pero su verdadero salto a la fama llegó con Dr. Slump, una comedia absurda que lo convirtió en una de las estrellas de la revista. Para cuando inició Dragon Ball en 1984, Toriyama tenía 29 años y una salud que, en “apariencia”, aún era buena. Sin embargo, su ritmo de trabajo ya estaba minando su bienestar.

Como la Shonen Jump exigía capítulos semanales sin excepción, el autor trabajaba sin descanso para cumplir con los deadlines. Kazuhiko Torishima, su editor en los primeros años, era famoso por su disciplina implacable, asegurándose de que Toriyama nunca bajara el ritmo. La situación llegó al extremo cuando, en plena serialización de Dragon Ball, Toriyama sufrió de tendinitis, una inflamación dolorosa en los tendones causada por el esfuerzo repetitivo.
Incapaz de sostener un lápiz sin dolor, el mangaka afirmó que ya no podía dibujar, pero Torishima no aceptó un “no” como respuesta: en una reunión, le pasó un lápiz y le pidió que escribiera su nombre. Cuando lo hizo, Torishima solo respondió: “¿Ves? Puedes dibujar”. No importaba su salud, lo importante era que las páginas llegaran a tiempo: así lo reveló el mismo Torishima en una reciente entrevista en KosoKoso.
A la sobreexplotación laboral, se suman ciertas veladas amenazas que sufrió Toriyama: si fallaba en uno solo de sus deadlines, el creador de las aventuras de Goku estaba obligado a mudarse a Tokio. El autor detestaba la idea de vivir en la capital y, por eso, nunca dejó de entregar a tiempo, aunque eso significara semanas sin dormir. En todo caso, más que un incentivo, esta condición para el mangaka era un chantaje: su vida y su rutina estaban completamente subordinadas a su trabajo.

“No tengo buena salud. No suelo tener rigidez en los hombros, pero recientemente mi brazo derecho comenzó a entumirse y finalmente me está doliendo”, escribió Toriyama en la solapa del volumen 23 de su manga.
La triste realidad es que este nivel de exigencia no fue exclusivo de Toriyama; es un reflejo de la industria del manga y, en general, de la cultura laboral japonesa. Sin descansos adecuados, sin margen para la recuperación, la salud de los autores se deteriora rápidamente, desembocando en ese espantoso final conocido por los japoneses como karoshi. Bien mirado, como fans no podemos evitar sentir cierta pena por el autor: Akira Toriyama dedicó su vida a crear historias que marcaron generaciones, pero a un costo que nunca debió haber sido tan alto.
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