Pocas series logran construir un apocalipsis emocional tan potente como The Last of Us. No hablo solo de chasqueadores, caos o pandemias, sino de ese otro virus invisible que recorre cada escena: la culpa. En el primer episodio de la segunda temporada, entre reencuentros y nuevos rostros, se introdujo a un personaje inesperado que ya está dando de qué hablar: Gail, la terapeuta de Joel, interpretada nada menos que por Catherine O’Hara.
La terapeuta de Jackson
Sí, leyeron bien. En The Last of Us temporada 2, ahora tenemos a una psicóloga. Y no, no es un chiste ni un giro surrealista, es probablemente una de las decisiones narrativas más necesarias y brillantes que ha tomado el equipo creativo de Neil Druckmann y compañía para la serie.
En el universo del videojuego, Joel se desahoga con Tommy, su hermano. Pero en la serie, ese espacio de vulnerabilidad se transfiere a una profesional de la salud mental. Una elección que no solo cambia la dinámica de la historia, sino que también nos obliga a replantearnos cómo vemos a los héroes rotos.
Craig Mazin, guionista y director del episodio, lo explicó con claridad en la entrevista posterior al capítulo la necesidad de integrar a una terapeuta en la narrativa de la serie:
“Me di cuenta de que quienes sobreviven a un apocalipsis están traumatizados. Viven en un mundo con monstruos reales. ¿Un terapeuta no sería una persona valiosa?”.

Y tiene razón. Porque si algo hemos aprendido con este juego y la serie, es que los monstruos externos rara vez son más aterradores que los que nos habitan por dentro. Es por ello, que Joel pronuncia ante ella su icónica frase: "la salve".
Una psicóloga exclusiva de la serie de The Last of Us
Gail es introducida como un personaje exclusivo de la serie, no existe en el juego. Y eso le da una ventaja poderosa: la libertad de mostrar una nueva dimensión de Joel que hasta ahora sólo habíamos intuido. Porque, aunque Joel llega a la consulta con un “problema” en mente, Gail, como toda buena terapeuta, sabe que la verdadera herida es otra. Ella funciona como ese espejo incómodo que no refleja lo que uno quiere ver, sino lo que uno ha estado evitando.
Neil Druckmann, cocreador del juego y también de la serie, mencionó que la idea de Gail existía incluso antes de vincularla con Eugene. Eso habla del interés por insertar un personaje con propósito emocional, más allá de cualquier conexión narrativa. No está ahí por casualidad. Está para sostener, para confrontar, para romper.

Catherine O’Hara (famosa por su trabajo cómico en Schitt’s Creek) ofrece aquí un contraste delicioso. Es una figura contenida, seria, que irradia experiencia y, sobre todo, humanidad. En un mundo donde todo parece perdido, ella representa una forma de esperanza más silenciosa: la de poder hablar, procesar y sanar, aunque sea un poco.
En un entorno donde la violencia es el lenguaje cotidiano, la terapia aparece como un acto radical. Mostrar a un hombre como Joel, rudo, hermético, profundamente dañado, sentado frente a una psicóloga, admitiendo (aunque sea a medias) que no está bien, es subversivo. Y necesario, porque sobrevivir no es lo mismo que estar bien, y porque cargar con la culpa de lo que hizo por amor no lo convierte en un monstruo, pero tampoco lo absuelve.
TLOU nunca ha sido una serie sobre zombis. Es una serie sobre lo que queda de nosotros cuando el mundo se cae a pedazos, y en ese derrumbe, Gail es un recordatorio de que la reconstrucción emocional, mental e íntima, también importa. Que incluso en el fin del mundo, sentarse a hablar puede ser un acto de valentía.
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