
Es curioso pensar que una de las franquicias más revolucionarias, polémicas y exitosas de la historia de los videojuegos no nació como un acierto brillante, sino como un error afortunado. Grand Theft Auto, esa saga que ha marcado generaciones con su mundo abierto, su libertad sin precedentes y su capacidad de escandalizar a medio mundo, no existiría si no fuera por un proyecto que simplemente no funcionaba como debía: Race’n’Chase.
El origen de Grand Theft Auto
Corría la década de los noventas, y DMA Design (el estudio escocés que luego se convertiría en Rockstar North) tenía entre manos una idea ambiciosa: un juego de policías y ladrones en el que los jugadores pudieran elegir entre estar del lado de la ley o romperla. No era una mala idea. El título original, Race’n’Chase, estaba pensado para lanzarse en PlayStation, Windows 95, DOS, Sega Saturn y Nintendo 64. Todo apuntaba a que sería un juego de acción interesante, con perspectiva cenital, ambientado en varias ciudades, y con una jugabilidad centrada en carreras, persecuciones y el eterno enfrentamiento entre buenos y malos.
Pero algo salió mal. O mejor dicho: algo salió demasiado bien, pero en el bando equivocado. Durante el desarrollo del juego, el equipo notó que los jugadores de prueba se divertían mucho más siendo criminales que actuando como policías.
Las mecánicas de persecución, los robos, las huidas, el caos desatado en las calles, todo eso era mucho más emocionante desde el lado del villano. Y fue en ese momento cuando Race’n’Chase empezó a mutar. Lo que originalmente iba a ser una experiencia equilibrada, terminó inclinándose peligrosamente hacia lo criminal, dando paso a lo que hoy conocemos como el primer Grand Theft Auto, lanzado en 1997.
Es fascinante cómo un desvío inesperado puede convertirse en el núcleo de una revolución. En un tiempo donde los videojuegos estaban aún lejos de alcanzar la madurez narrativa y técnica que tienen hoy, la idea de permitirle a un jugador hacer lo que quisiera en un mundo abierto (aunque eso implicara robar coches, atropellar peatones o huir de la policía) fue tan escandalosa como atractiva. No era solo violencia gratuita: era un sandbox donde las reglas estaban hechas para romperse, donde el jugador era el arquitecto del caos.
Race’n’Chase nunca llegó a ver la luz, al menos no como juego independiente. Pero su espíritu sobrevive dentro de la saga que le sucedió. De hecho, Rockstar nunca ha olvidado sus raíces: en GTA Online: El Golpe al Casino Diamond, podemos encontrar una franquicia de juegos arcade dentro del juego llamada Race and Chase, una clara referencia al prototipo original. Incluso el logo de estas máquinas recuerda al primer logotipo de Grand Theft Auto, como si los desarrolladores se aseguraran de dejar un guiño permanente a ese primer intento fallido que, paradójicamente, definió todo.
Hoy es difícil imaginar el universo de los videojuegos sin GTA. Ha sido blanco de críticas, demandas, debates políticos y editoriales conservadoras que aún hoy lo culpan por la supuesta “descomposición moral” de la juventud. Pero también ha sido referente de innovación, narrativa interactiva, diseño de mundos abiertos y, sobre todo, de libertad.
Pensar que todo esto surgió porque un equipo de desarrolladores notó que ser ladrón era más divertido que ser policía es, cuanto menos, poético. A veces, los errores nos llevan por caminos inesperados. En el caso de GTA, ese error se convirtió en una de las decisiones más acertadas de la historia del gaming.
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